Anticoncepción: ¿por qué tantas
pegas?
Alfonso
Aguiló
Paternidad
responsable
—¿Por
qué la Iglesia católica parece empeñada en que todo el mundo tenga "los hijos
que Dios le mande"?
Esa
afirmación es un tanto equívoca. La Iglesia católica habla sobre todo de
paternidad responsable, que en absoluto significa una procreación ilimitada, ni
una falta de consideración ante las dificultades que conlleva criar a los hijos.
Se trata de que los padres usen de su inviolable libertad con sabiduría y
responsabilidad, teniendo en cuenta su propia situación y sus legítimos deseos,
a la luz de la ley moral.
La
Iglesia alaba y promueve la generosidad que supone formar una familia numerosa.
Como es lógico, cuando hay serios motivos para no procrear, o para espaciar los
nacimientos, esa opción es lícita. Pero permanece el deber de hacerlo con
criterios y métodos que respeten la verdad total del encuentro conyugal en su
dimensión unitiva y procreativa, como es sabiamente regulada por la naturaleza
misma en sus ritmos biológicos.
—Pero
si lo que se persigue es lo mismo..., ¿qué más da utilizar métodos naturales o
artificiales?
Si
se emplearan los métodos naturales con una finalidad exclusivamente
antinatalista y sin suficiente motivo, en tales casos sería ciertamente difícil
distinguirlos de los medios artificiales (en cuanto a su valor moral, se
entiende).
Pero
el recto recurso a la continencia periódica se diferencia sustancialmente de las
prácticas anticonceptivas. Los medios artificiales se dirigen siempre a quitar
su virtualidad procreadora a los actos conyugales, falsificándolos de raíz. En
cambio, los métodos naturales, si se realizan por motivos justos, respetan la
naturaleza propia de la sexualidad y de sus ritmos biológicos. No se trata,
pues, de una simple diversidad de métodos, sino de una diferencia ética de
comportamiento.
Además,
los métodos naturales facilitan el respeto a la otra persona y a su cuerpo. La
abstinencia temporal, decidida de mutuo acuerdo por el hombre y la mujer, no
sólo no debilita el amor, sino que lo hace más fuerte, más libre y más
profundamente personal. En cambio, con los medios artificiales se abre el camino
a que cada uno —y sobre todo el varón—, habituándose al uso de las prácticas
anticonceptivas, se despreocupe del equilibrio físico y psicológico de la otra
persona, y llegue a considerarla como un objeto de placer sexual que debe estar
siempre disponible para su propia satisfacción. Por eso muchos desearían poder
emplear esos métodos naturales (son eficaces, gratuitos y sin efecto secundario
alguno), pero sus maridos o mujeres no están preparados para un cambio tan
radical. Los anticonceptivos llevan a estar sexualmente disponible sin exigir
compromiso. Los métodos naturales, en cambio, son comparables a una dieta:
exigen sacrificios mutuos, pero fortalecen la relación de los esposos con Dios y
favorecen la misma relación conyugal.
—Pero
los métodos naturales fallan...
Hace
tiempo que eso ya no es así. La anticoncepción química o instrumental falla
tanto o más, aunque se diga mucho menos, quizá porque mueve más intereses
comerciales (no hay que olvidar que los métodos naturales ponen en peligro los
fabulosos ingresos que produce la industria de la anticoncepción). Una prueba de
que los métodos artificiales también fallan es la insistencia en el aborto o la
píldora del día después para los casos en que el preservativo o la píldora
anticonceptiva no han producido el efecto deseado.
Los
métodos naturales, además de ser compatibles con todas las culturas y todas las
religiones, son fáciles de enseñar y comprender. Son gratuitos y sin efecto
secundario alguno. La libertad y los derechos de la mujer o del marido se
respetan mejor, pues desarrollan una relación interpersonal más profunda entre
los esposos, basada en la comunicación, las decisiones compartidas y el respeto
recíproco: fortalecen el matrimonio y, por tanto, la vida familiar.
Además,
y puesto que los métodos naturales ayudan a conocer los periodos de fertilidad o
infertilidad, pueden ayudar a los cónyuges a conseguir el embarazo. De hecho,
han hecho posible la fecundidad de muchos esposos que se consideraban no
fértiles.
Dos
brotes de una misma mentalidad
—Hay
quien acusa a la Iglesia católica de favorecer de hecho el aborto al continuar
obstinadamente enseñando la ilicitud moral de la
anticoncepción.
Me
parece extraño que alguien evite los anticonceptivos, y que los evite
precisamente por seguir las enseñanzas de la Iglesia, y que a su vez esté
pensando en abortar después, cuando la misma Iglesia afirma que el aborto es un
crimen.
Pienso
que sucede al revés. La mentalidad anticonceptiva hace más fuerte la tentación
del aborto ante la eventual llegada de una vida no deseada, y es patente que la
cultura abortista está mucho más desarrollada en los ambientes que rechazan la
enseñanza de la Iglesia sobre la anticoncepción.
La
anticoncepción y el aborto, a pesar de ser errores de naturaleza y peso moral
muy distintos, a menudo están muy relacionados, pues son fruto de una misma
mentalidad: cuando la vida que podría brotar del encuentro sexual se convierte
en enemigo a evitar absolutamente, el aborto suele ser la única respuesta
posible frente a una anticoncepción frustrada.
—¿Y
qué dices de la transmisión del sida?
No
faltan también quienes reclaman a la Iglesia mayor comprensión. La secuencia
argumentativa suele ser así de simple: el sida se transmite por contagio sexual,
la Iglesia se opone al uso del preservativo, luego la Iglesia está colaborando
en la difusión de la epidemia.
Así
razonaba, por ejemplo, un conocido político italiano, que no hace mucho pidió a
la Iglesia que cambiara su criterio para salvar así millones de víctimas del
sida en África. Por fortuna, no hizo falta respuestas muy elaboradas para
documentar lo que resultaba patente para quienes conocen de cerca aquel drama:
la epidemia del sida es mucho más fuerte en las zonas donde menos presente está
el cristianismo, y donde por tanto poco puede influir la Iglesia en las
mentalidades y los consiguientes comportamientos.
Como
explicaba Mia Doornaert, "si los varones africanos fueran tan respetuosos con la
palabra del Papa que rechazaran por eso cualquier medio anticonceptivo, se
supone que serían igualmente estrictos para seguir el resto de las enseñanzas de
la Iglesia, que predican la monogamia, la pureza extramatrimonial y la fidelidad
conyugal, y que son lo que realmente podría frenar la difusión del virus. Y no
parece que sea así. No es serio echar la culpa al Papa y al Vaticano de la
propagación del sida, por la misma razón que no es serio pensar que el varón
africano, que usa de su sexualidad según tradiciones muy lejanas a lo que la
Iglesia católica recomienda, esté esperando la palabra de Roma para usar o no un
preservativo".
Y
aparte de que el preservativo es mucho menos seguro de lo que muchos piensan,
quienes conviven a diario con el problema del sida saben bien que para luchar
contra esa tragedia en esos países hay que ir por la vía de una educación que
eleve el nivel económico y cultural, la conciencia de la dignidad de cada
hombre, y sobre todo la valoración de la mujer. Y a todo eso ayudan en gran
manera los millares de misioneros que gastan allí su vida creando y manteniendo
hospitales y escuelas.
Es muy
difícil...
—La
doctrina de la Iglesia sobre la sexualidad sigue pareciendo a muchos muy difícil
de seguir...
Es
sin duda un reto. Ofrece un modelo de vida exigente, pero revestido de auténtica
humanidad. Si se vuelve la mirada a la historia, y se analiza, por ejemplo, la
figura de San Benito y su enorme influencia en las raíces culturales de Europa,
vemos que fue un hombre que marchó bastante en contra de su tiempo. Pero su
singularidad se convirtió más tarde en la clave de todo un cambio cultural y
espiritual sobre el que se ha cimentado el mundo occidental de hoy.
También
ahora, en nuestro tiempo, hay muchos cristianos que no aceptan esos modelos de
permisividad sexual, aunque estén tan extendidos que casi se nos imponen. Buscan
en la fe nuevos modelos de vida. Quizá aún no llamen la atención de la opinión
pública, pero con el tiempo, el futuro reconocerá la importancia de lo que están
haciendo.
Fuente:
www.fluvium.org